Tres preguntas y un sacrilegio para el movimiento estudiantil chileno

Tres preguntas

 

1. El Gobierno ¿por qué invitó al diálogo a quienes hace poco trataba de aplastar a guanacazos? ¿Se ha conscientizado de la necesidad urgente de cambiar el sistema o más bien de la imposibilidad de apagar el incendio con la repre?

2. ¿Existen las bases para una negociación?

3. Dada la actitud del Gobierno y la naturaleza de la fuerza del movimiento, ¿a quién le sirve más el diálogo en el momento actual?

El diálogo y la “paz social” no son bienes en sí. Son deseables – o no – en función de su utilidad. La debilidad actual del gobierno – que trató sin éxito de resolver la crisis actual con la repre – no se ha alcanzado mediante el diálogo y la paz social, sino mediante movilizaciones masivas que han roto la falsa paz social y obstaculizado la vida habitual de la sociedad. El movimiento estudiantil se ha ganado el apoyo mayoritario de la población chilena, mientras que el gobierno ha alcanzado niveles de popularidad que se pueden comparar con la peste y la cólera. Por eso, el gobierno se ve en la necesidad de (dar la impresión de) recurrir a otras tácticas para apagar el incendio.

Hace unos días, Matías del Río en Inteligencia Cero elogió la “flexibilidad ideológica” del Gobierno frente a la “intransigencia” del movimiento estudiantil. Lo impresionó mucho el que el Gobierno haya empezado a aceptar reformas que hasta hace poco, rechazaba terminantemente, y dijo que era hora de que el movimiento también mostrara tal flexibilidad. Esta huevada no hay que escucharla – o el del Río es tan idiota que no entiende la cuestión, o la entiende bienísimo, pero quiere ver la derrota del movimiento. ¿De dónde proviene esta nueva “flexibilidad ideológica”? Lo obvio es que este Gobierno tan facho no ha cambiado de mentalidad – si ahora viene pidiendo parlamentos, es porque ha reconocido su propia debilidad política.

Las respuestas del Gobierno indican que éste quiere dar la impresión de estar dispuesto a dialogar, pero con el propósito de cambiar lo menos posible. Se niega a empeñarse por eliminar el lucro del sistema educacional en todos sus niveles. Dice estar de acuerdo con una reforma constitucional y “establecer la educación como derecho pero habló sólo de la calidad, no habló de la gratuidad”. Habla del Estado como garante del derecho a la educación, pero sin concretizar el contenido del derecho ni la responsabilidad del Estado en tanto garante. El parasitismo bancario no lo ve como problema, sino como posible solución a través de “mejorar la competencia” entre los bancos. Respecto del financiamiento mixto, aquel yugo financiero para los estudiantes y las familias, dice que no ve ningún problema en que las familias “puedan aportar” a la educación de sus hijos, dado que es “el anhelo de todos ellos”. O sea que no está dispuesto a dialogar realmente; rechaza de la manera más clara los planteamientos fundamentales del movimiento estudiantil.

El diálogo y la negociación no son bienes absolutos en sí. Hay casos en los que tiene sentido dialogar, casos en los que sería inútil, y otros en los que sería hasta nocivo. Una negociación sólo tiene sentido si existe la posibilidad de llegar a un acuerdo que cumpla con las reivindicaciones fundamentales. Si una parte rechaza terminantemente lo que para otra es fundamental, lo más lógico es terminar la negociación y buscar el triunfo en otra parte. En tal caso, lo único que podrá pasar en el marco de la negociación es que los planteamientos del movimiento se vayan diluyendo y acomodando a los deseos de los poderosos, mientras los poderosos van ganando tiempo y mejorando su imagen pública, demostrando su supuesta “flexibilidad” y la supuesta “intransigencia” del movimiento.

Los fundamentos de tal desastre ya se van sentando en el marco del “diálogo” con el gobierno de Piñera. Aunque los dirigentes de la CONFECH dijeron que se trataba sencillamente de un “emplazamiento cara a cara” al Gobierno, consta del acta de la reunión que los dirigentes, lejos de decirle a un gobierno que rechaza el petitorio del movimiento en lo más fundamental posible que no hay nada que negociar, la CONFECH ha sacado del petitorio elementos clave como la reforma tributaria y la recuperación de los recursos naturales, que sí figuraban en las Bases para un acuerdo social, y – según consta en el acta – no rechazó la propuesta del Gobierno de establecer unas “mesas de trabajo” a la brevedad.

Y si el diálogo no es un bien en sí, la “intransigencia” tampoco es algo intrínsecamente malo. Si se reivindica lo justo y se está ganando, ¿por qué habría de deponer una actitud justa y ganadora? ¿Por qué sería conveniente deponer una actitud que goza del apoyo del 80% de la población para entrar en el diálogo con un Gobierno que tiene el apoyo de unos 20%, y que ni siquiera está dispuesto a aceptar los planteamientos más básicos del movimiento? Algunos hablan ya de que la CONFECH habría “vendido” el movimiento estudiantil – eso no lo excluyo como posibilidad, pero a estas alturas sí puede decirse que el proceder de la CONFECH no tiene el más mínimo sentido como acercamiento táctico. Se está jugando el apoyo popular y la credibilidad del movimiento para hacerle un favor a un gobierno que no tiene nada que ofrecer.

El sacrilegio

A algunos, lo siguiente les parecerá un sacrilegio en este aniversario del histórico triunfo electoral de la Unidad Popular, pero aunque parezca sacrilegio, en realidad no lo es. Esencialmente, puede decirse que hay dos maneras de ver el documental La batalla de Chile de Patricio Guzmán y los hechos históricos que se muestran en ello: desde la óptica trágico-nostálgica de lo que se perdió, y desde la óptica de cómo se perdió lo que se perdió, y cómo ganaron los que ganaron. Para quien se interese por la táctica, la segunda óptica es la más importante: La táctica hay que aprenderla de los ganadores. Así que no hay mejor manera de resucitar la obra del movimiento popular y empezar a derrumbar la ciudadela política, económica y social del pinochetismo que aprender de los que lograron derrocar a la UP. No será que los momios hayan podido permanecer encumbrados en Chile y en el mundo por puros huevones.

El que el momiaje (con el apoyo del gobierno estadounidense, por supuesto) lograra poner y mantener en la defensiva al gobierno más popular de la historia de Chile es una hazaña digna de estudiarla, sobre todo en una época donde se trata de un gobierno que no goza ni de la mitad del apoyo popular que tenía la UP y de una institucionalidad que – como lo dijo Ariel Zúñiga – es “ilegítima de origen, pues deriva de un crimen impune cual fue el golpe de estado”.

¿Cómo lo hicieron? ¿Acaso buscaron el diálogo con el Gobierno Popular? ¿Acaso diluyeron sus planteamientos para poder entrar a negociar con la UP? No, porque no hubiese tenido sentido. Se trataba de un conflicto de intereses fundamental, así que no había nada que negociar porque el Gobierno y la oligarquía no hubiesen podido ponerse de acuerdo ni en lo más fundamental: su deseo era el de proteger sus granjerías y privilegios, mientras el del Gobierno Popular era quitárselos.

El acercamiento táctico esencial del momiaje no era el del golpe de estado. Dar el cuartelazo era una decisión coyuntural, tomada sobre todo porque la vía institucional se iba cerrando. Fundamentalmente, el método de los momios fue el de crear y explotar una crisis sistémica. A tal fin, la oligarquía chilena y los EEUU hicieron lo imposible por evitar el diálogo, porque de aceptar el diálogo, se habría ido disminuyendo la urgencia que era necesaria para mantener la crisis. Paralizaron la economía tanto exterior como interiormente, bloquearon cada iniciativa del gobierno para buscar una salida de la crisis que no fuera la derrota definitiva de la UP. Al final, la opción militar se hizo necesaria porque el Gobierno Popular tenía algo que le falta casi por completo al gobierno de Piñera – la legitimación democrática por amplios sectores de la población.

Si descontamos lo del poder económico y el apoyo de la potencia hegemónica, el movimiento estudiantil actualmente se encuentra en una situación más ventajosa que la del momiaje en la época de Allende: no se está luchando en contra de los intereses de las más amplias capas de la población, sino a favor de ellas y con su apoyo. No tiene el movimiento estudiantil ningún déficit democrático – el déficit lo tiene el gobierno mismo. Y todo lo que se dice de la educación chilena al fin de cuentas, también dice relación con todo el legado socioeconómico y político del pinochetismo que todavía rige en el país.

En una crisis sistémica los principios normales de la táctica se ponen al revés. Cuando se está actuando en el marco de una institucionalidad y una sociedad que se encuentran en tiempos más bien normales, el ámbito de un movimiento para proponer, reivindicar y actuar es más restringido. Total, la cosa anda más o menos cabalmente, y aunque esté andando pa’ la cagá, ¿quién quiere arriesgarse haciendo media vuelta? Además, si la institucionalidad todavía está a la altura de la situación, los poderosos no tendrán dificultades para convencer a la gente que existirían soluciones sistémicas, que no habría que inventar las cosas de nuevo. Fuera de las situaciones críticas, rara vez tiene sentido actuar sino gradualmente, también porque los movimientos también van creciendo más lentamente en tiempos normales. Ya tan sólo el que los poderosos acepten dialogar supone un gran logro y la posibilidad de mejorar – aunque sea un poquitito – la situación.

Pero la crisis sistémica tiene su propia lógica. La institucionalidad ya no está a la altura de la situación, no cuenta con la suficiente flexibilidad estructural e ideológica para dar con una solución satisfactoria. Los movimientos que ofrezcan soluciones plausibles y actúen de manera inteligente pueden vivir un crecimiento insólito, en la medida en que el poder se vaya alejando del punto de vista la población. Si se trata de un sistema flexible e inteligente, la institucionalidad agotará toda su capacidad acrobática para dar por lo menos la impresión de tener la voluntad de llegar a una solución real. Si se trata – como en el caso del gobierno actual en Chile – de un gobierno rígido y autoritario, tratarán de contestar a la rabia popular con los balazos y los guanacos, para sembrar la pasividad juntando miedo.

En una crisis sistémica, el miedo a lo nuevo cede el paso al miedo de seguir el mismo rumbo de siempre. La gente tiene menos que perder, y es más dispuesta a pensar en términos más globales y menos tecnocráticos. Los intereses y conflictos fundamentales se ponen de relieve – ya no es tan fácil como antes existir entre la chicha y la limonada. Existe por ende un potencial insólito para cambiar la sociedad, un potencial que nace y se muere con el sentido de urgencia. Así es que no hay cosa más nefasta en una crisis que el gradualismo, que les brinda una salida a los poderosos, que saben muy bien que pasada la crisis inmediata, ni siquiera tendrán que cumplir cabalmente con las medidas de poca monta que se han acordado. Sobre todo cuando la chicha goza del apoyo del 80% de la población y la limoná no une más que el 20%, la chicha no tiene por qué aceptar el diálogo.

Actualmente, el Gobierno ha reconocido su propia debilidad invitando al diálogo a los que sus guanacos no consiguieron acallar. El movimiento estudiantil no debería darse prisa. Esa invitación de Piñera no es más que una maniobra comunicacional para contrarrestar la disminución constante de la ínfima cantidad de apoyo que aún tiene. Quiere que los estudiantes y demás integrantes del movimiento participen de unas “mesas de trabajo”. ¿Para qué? Si ya dijo en la primera reunión que no piensa aceptar las demandas del movimiento ni en lo más fundamental, y para colmo le faltó al respeto a todo el movimiento diciendo que los estudiantes tendrían demasiadas vacaciones y que los profesores deberían trabajar más, y ofreciendo establecer una ”Superintendencia” que la legislación actual en la materia ya exige desde hace años.

¿Acaso los momios se hubiesen sentado en una “mesa de trabajo” con la UP si Allende viniese diciendo que no estaba de acuerdo ni con derogar la Reforma Agraria ni con dejar que la oligarquía cobrase el precio que se le antojase por los productos de primera necesidad, y si a cambio no les hubiese ofrecido nada más que una Superintendencia para fiscalizar la calidad de las industrias del área social? Ojalá hubiese sido así, que si los momios hubiesen sido así de huevones, habrían sido demasiado imbéciles para llevar a cabo un golpe de estado.

No hay ninguna prisa. Cada día sin poder imponerle una solución a la crisis significa para el Gobierno un aumento del dolor que ya se está volviendo grave. Cada día de crisis se van debilitando cada vez más las estructuras que mantienen la integridad de la institucionalidad “pos”pinochetista. Cuando uno goza del apoyo del 80% de la población, no será difícil explicarle al público que no tiene sentido dialogar cuando el Gobierno no está ofreciendo nada. En vez de hablar de un ofrecimiento sin contenido con un mandatario sin mandantes, más vale hablar entre sí y directamente con el público, desarrollando y refinando las ideas y los planteamientos para el nuevo sistema educacional (y los otros temas que surjan). Si hoy invita, mañana vendrá suplicando.

Tabla de Comparación de las „Bases para un acuerdo social…“ los „12 Puntos“ y la réplica del Gobierno

TEMA “BASES…” 12 PUNTOS RESPUESTA GOB.
Derecho constitucional a la educación* 

 

 

*Véase más abajo para los apuntes y comentarios. Versión PDF aquí.

– “Derecho social y humano universal que debe ser garantizado por la Constitución Política de Chile, y esté estructurado en un nuevo Sistema Nacional de Educación Pública, Gratuita, Democrática, y de Calidad, organizado y financiado por el Estado en todos sus niveles, es decir, desde la cuna en adelante asumiendo un proceso continuo formación” .”1. La Educación garantizada constitucionalmente como Derecho Social, entendiéndola como plataforma de construcción del conocimiento al servicio del desarrollo social, cultural y económico de nuestro país, donde se apunte a una Educación gratuita, pública y de calidad al servicio del país. La Educación no debe ser entendida como un bien de consumo, que subsidia a la demanda a través de la banca y donde el Estado ha sido quien ha postergado a las instituciones públicas en pos de las privadas.” “De acuerdo con una reforma constitucional y establecer la educación como un derecho pero habló sólo de la calidad, no habló de la gratuidad”
Financiamiento/ 

Gratuidad

– “financiado por el Estado en todos sus niveles”; 

– “La educación pública debe ser gratuita, entendiendo que el Estado debe proveer de los recursos necesarios para garantizar de manera plena el derecho sin ningún tipo de restricción socioeconómica.

– “todos los establecimientos educacionales dependerán administrativa y financieramente de este nuevo Sistema Nacional de Educación Pública.”

– “aporte basal para todos los establecimientos vía presupuesto y no según asistencia, para lo cual se implementará un calendario a través del cul se pondrá fin al sistema de financiamiento compartido y de toda forma de lucro en los establecimientos que reciban financiamiento público.”

– “La educación técnico-profesional o politécnica deberá contar con un sistema de financiamiento propio, donde se garantice la infraestructura de acorde con los avances científico-técnicos para hacerle calificada y apropiada a las respectivas especialidades.”^

– (En la educación universitaria) “Aporte basal a las Universidades públicas que plasme un nuevo trato entre el Estado y las Universidades que le pertenecen, que reconozcan el compromiso educacional y financiero que para ellas tiene el Estado, frenando así la lógica del autofinanciamiento.”

– “Aumentar de manera sustancial los APD de libre disposición, permanentes y progresivos para el crecimiento, desarrollo local y sustentabilidad de las Universidades del CRUCH, con el objeto de garantice [sic] sus proyectos de bien público.

Asimismo, se deberá reajustar anualmente según el IRSP, para que las justas remuneraciones de los trabajadores no dependan del alza de aranceles de los estudiantes.”

– “Fondo de revitalización para las Universidades Tradicionales de libre disposición estableciendo que serán las comunidades universitarias quienes decidan el uso de estos recursos. Debe estar orientado con prioridad:

“-propiedad de la Universidades [sic] (Estatales/Privadas CRUCH)

“-Condición regional

“-Composición socio-económica de sus estudiantes

“-Solvencia económica de las Universidades (deuda/presupuesto)”

– “Avanzar hacia la gratuidad” con “sistema de becas que cubra a todas los alumnos y alumnas provenientes de familias del 70% de menores ingresos.”

-Reajustar y ampliar cobertura “ayudas estudiantiles complementarias” a los estudiantes pertenecientes al 70% de menores ingresos.”

-“Crear un sistema único de Fondo Solidario para todos las y los estudiantes pertenecientes al 30% de las familias de mayores ingresos que ingresen a instituciones que en la práctica no lucren, eliminando a su vez, el CAE y a la banca en el sistema financiero.”

– “Todas las Universidades se deberán someter a una revisión completa de los montos arancelarios de sus planes de estudio, los aranceles se establecerán en el futuro mediante fórmula conocida y validada por la Comisión Nacional de Acreditación. Los aranceles no podrán sufrir alzas de manera unilateral por ninguna entidad de educación superior que sean receptoras directa o indirectamente de fondos públicos.”

“2. Garantizar aportes basales de libre disposición a las Universidades del Consejo de Rectores, tal que permita a éstas terminar con el autofinanciamiento y les brinde mecanismos para cumplir de manera cabal su desarrollo regional y nacional.” 

“3. Eliminación de la banca privada en el financiamiento de la Educación. Buscamos terminar con el endeudamiento de las familias y también el de las instituciones públicas más precarizadas. Terminar con el CAE que ha significado un desembolso de recursos públicos y familiares desmedidos.”

“4. Fin efectivo al lucro en el sistema de educación chilena, tanto básica, media como educación superior. No puede ser concebida la educación como un medio para un negocio que no garantiza ni calidad, ni equidad.”

“11. Término del financiamiento compartido que ha generado una segregación intolerable para una sociedad que aspira a un desarrollo igualitario.”

– “reprogramación del FSCU y la rebaja del interés del CAE.” 

– “avanzar hacia la gratuidad, pero manera focalizada cubriendo con becas el arancel real, de 40% más vulnerable en base al ranking y méritos. No creemos que con los impuestos de todos los chilenos paguemos la educación de los más afortunados.”

-“Se avanzará en los sectores medios a través de un sistema mixto en base a becas y créditos.”

-“Lucro: Las instituciones que no cumplan con la calidad no deben recibir recursos del estado.”

-“las universidades tienen todo el derecho a ese financiamiento [aporte basal]”

-“aporte extra para la revitalización de dichas instituciones y por el abandono histórico de éstas”

-“dichos aportes también irían a frenar o disminuir los aranceles de las Universidades del CRUCH.”

-“Estaban abiertos (en el tema de eliminar a la banca privada), a buscar al que mejor pudiera administrar un sistema de créditos.”

-“Desde un fondo administrado por el Estado hasta mejorar la competencia en los bancos para disminuir los costos.”

-“No están de acuerdo [con lo de poner fin al lucro]” salvo en caso de las universidades.

– (Término del financiamiento compartido) “No están de acuerdo. Dice que no encuentran nada de malo con que los padres puedan aportar a la educación de sus hijos, porque era el anhelo de todos ellos.

APUNTES

Derecho constitucional a la educación

1. La educación ya figura como derecho en la CP actual (CPR Art. 19 no. 10).

2. La reforma fundamental – la gratuidad al Gob. No le merece ni una palabra concreta.

3. El papel del Estado en tanto garante queda vago en la R. del Gob.

4. O sea, el Gob. Está de acuerdo con mantener elstatus quo en lo fundamental.

Financialmiento/Gratuidad

– RECHAZO al fin de lucro en todos los niveles;

– RECHAZO a la eliminación de la banca privada (se plantea “mejorar la competencia” entre los bancos como “solución”)

– RECHAZO término del financiamiento mixto, formulándolo como una oportunidad de las familias para cumplir sus “anhelos”

-“40% más vulnerable” y no “70% de menores ingresos”

– Habló en el preámbulo de “avanzar hacia la gratuidad”, pero rechaza cualquier medida concreta.

 

La legalidad formal y el poder real: Apuntes para el movimiento estudiantil chileno

Llevo rato siguiendo atentamente los desarrollos entorno al movimiento estudiantil en Chile desde los Estados Unidos. Dado que aquí el gobierno de Obama – conforme a la política propugnada por el gobierno de Bush II – está haciendo lo imposible por crear los problemas que el movimiento estudiantil chileno está tratando de solucionar (sin topar con ninguna resistencia popular digna de tal designación), cabe decir que he quedado admirada ante el actitud resuelta y combativa de los estudiantes chilenos y los que se han sumado a su lucha.

Al fin de cuentas, la lucha que hoy tiene lugar en Chile es la lucha de todos los que nos oponemos al modelo capitalista neoliberal y luchamos por ver el día en que se abran las grandes alamedas; lo que debilite ese modelo en un lugar, lo debilita en todos lugares. La victoria de un pueblo se convierte en la fuente de energía de otro. Ya que debido a la distancia la voz de mi cacerola no llegaría a los oídos de la terra chilensis, quisiera prestar apoyo al movimiento con las siguientes ideas respecto del planteamiento de modificar la Constitución, hecho por el movimiento en las Bases para un acuerdo social por la educación chilena.

En lo esencial, la idea que iré desarrollando puede reducirse a lo siguiente: Lo que está escrito en las constituciones, las leyes y los decretos no es tan importante como lo que está sucediendo en las calles, los campos, las fábricas y las oficinas. Las disposiciones legales – por claritas que sean – pueden ignorarse, pero las relaciones del poder reales siempre se atenderán. Aunque haya la constitución más hermosa, más justa, más protectora de los derechos humanos del mundo, no será más que papel con tinta si los poderosos estiman que el cumplir con las disposiciones de tal constitución vulneraría sus intereses. Lo único que puede salvar tal documento de una muerte silenciosa en la irrelevancia es una fiscalización permanente y directa por las fuerzas populares. Los jueces para eso no sirven; el cúmplase lo ha de dictar el pueblo mismo. Cuando la Constitución tutela los intereses de los poderosos, no hace falta ninguna precisión excesiva. ¿Acaso la Constitución dice que las fuerzas represivas deben ser “de calidad”? Las disposiciones acerca de ellas están aun menos concretizadas que lo del derecho a la educación: Se dispone cómo se llaman, qué estructura han de tener y basta. Sin embargo, se ve a diario que sirven, y a quiénes.

День Конституции напомнил мне
усопшей бабушки портрет.
Портрет висит в парадной комнате,
а бабушки давно уж нет.

El Día de la Constitución me recordó
el retrato de mi abuela que falleció.
El retrato se ve en el salón
¿y la abuela? hace rato que murió.

– Igor Guberman, Давно пора, ебена мать, умом Россию понимать! (¡Es hora de entender la Rusia con los sesos, conchetumare!)

La Constitución de la República Federal de Alemania dispone que la República ha de ser un “estado social” (Sozialstaat). Lo que eso ha de significar, no se precisa en la carta fundamental, pero la jurisprudencia constante del Tribunal Constitucional Federal sí lo precisa bien claramente. Según la jurisprudencia, esta disposición significa que el estado tiene que garantizarle a todo ciudadano un “mínimo existencial” (Existenzminimum) para una vida digna, lo que significa la capacidad real de gozar plenamente de la vida social, política, económica y cultural del país. Palabras hermosas, sin duda, pero ¿qué tal la realidad?

Durante mucho tiempo había un sistema social bastante bueno en Alemania, que garantizaba una vida más o menos digna para los cesantes y demás menesterosos (lo que no cambia el que también había mucha injusticia en la práctica institucional). En esa época también había un movimiento sindical bastante fuerte. Entonces llegó la época de la globalización capitalista, y ¿qué pasó? Ese sistema social se iba disminuyendo en la medida que iba aumentando la cantidad de personas que lo necesitaban. La asistencia social para las masas cesantes y de los que tienen pega, pero trabajan por un sueldo que ni siquiera alcanza para lo más básico, se llama “Hartz IV”, inspirado en el apellido del empresario corrupto, director de la Volkswagen AG, que encabezó la comisión que la inventó. En efecto, se trata de una subvención masiva para las empresas que pagan sueldos ínfimos (y sin sueldo mínimo legal, se hacen cada vez más míseros).

Los sueldos se van bajando, la cesantía se va aumentando y consolidando, y “Hartz IV” para los trabajadores de reserva significa un sinfín de humillaciones pequeñas y grandes. Una conocida mía se encontró recientemente ante el siguiente caso típico: Un funcionario de la “Agencia Laboral” (Bundesagentur für Arbeit), órgano que se ocupa de disciplinar a los cesantes y precesantes le dijo: “Tiene usted que despedirse de la idea de ganar plata”, pero no de la de trabajar en el puesto que les encuentre la Agencia. O sea, se trata de una esclavitud ni siquiera encubierta.

El año pasado, el TC emplazó al gobierno alemán por vulnerar el derecho a la dignidad humana y al mínimo existencial, teniendo por inconstitucional la manera arbitraria del gobierno de calcular el monto de la asistencia social, y ordenó que se revisara la forma de calcularla. El gobierno reaccionó aumentando la asistencia social en 5 euros mensuales. O sea, cuando de los derechos constitucionales fundamentales de los trabajadores se trate, el TC puede meterse la Constitución por la raja. Total, no hay quien oponga resistencia real a este sistema tan rentable para los que tienen el poder.

La Primera Enmienda a la Constitución de los EEUU probablemente sea una de las disposiciones constitucionales más famosas en el mundo. En todo caso, cada alumno estadounidense oye ad nauseam que se trata de la enmienda que dispone (entre otras cosas) que “El Congreso no promulgará ninguna ley que vulnere la libertad de la palabra.” Según la versión que se propaga en los discursos interminables de las Fiestas Patrias y las clases de Educación Ciudadana, los Padres Fundadores (siempre en mayúsculas, que aquí se les enseña a los estudiantes a venerarlos en una medida que le daría risa hasta a Kim Il-Sung) decretaron la libertad de expresión, y y’está: Todo ciudadano está libre de expresarse como mejor prefiera – desde siempre.

¿Y la realidad? Terrible de diferente. Pocos años después de la promulgación de la famosa 1ª Enmienda, el Congreso promulgó La ley “de la extranjería y la sedición”, que impuso penas de cárcel al que criticase al gobierno. Aun después de la derogación – pocos años después de promulgada – de esa ley, sobre todo los Estados seguían criminalizando las críticas al poder bajo el rubro de la “calumnia sediciosa”. En la época de la Primera Guerra Mundial, se promulgó la Ley Antiespionaje, con penas privativas de libertad espantosas para quienes atentaran – aunque fuese con la palabra – contra los esfuerzos bélicos. La Corte Suprema de los EEUU desestimó los recursos de inconstitucionalidad interpuestos contra la medida, teniendo por legítimas las condenas a 10 años ó más de prisión para activistas que habían pronunciado discursos o publicado artículos en contra de la guerra. Aun tras la amnistía decretada después de la guerra, Eugene V. Debs, dirigente del PS y candidato a la presidencia de los EEUU, debió permanecer encerrado durante 10 años por haber criticado la guerra en un discurso durante su campaña electoral.

Las cosas seguían ese mismo rumbo durante las décadas siguientes, hasta llegar el fin de los 60. Entonces, los estadounidenses, sobre todo los jóvenes, se enteraron de que su país estaba masacrando a millones de indochinos indefensos, y empezaron a organizarse para oponer resistencia a ese crimen. Mientras tanto, el movimiento de los derechos civiles para la población afroamericana se iba fortaleciendo y radicalizando. La movilización popular llegó al extremo de que el Estado Mayor de las FF.AA. se mostró preocupado ante la propuesta del gobierno de mandar a otros 150 mil soldados a Vietnam porque de hacerlo así, les faltaría las fuerzas necesarias para aplastar la rebelión popular que según ellos sería la consecuencia de tal decisión.

Mientras tanto, como sería de esperarse, llegaban varios casos a la Corte Suprema que plantaban problemáticas de la libertad de expresión. Lo nuevo era que la Corte iba ampliando el concepto constitucional de la libertad de expresión en vez de imponer restricciones. La doctrina de la calumnia sediciosa se enterró, y poco después también fue sepultada la de la “tendencia nociva”, doctrina que permitía la criminalización de la expresión verbal si parecía capaz de tener consecuencias nocivas para el orden público. Al llegar la década de los 70 – en la cual la movilización popular también iba ampliándose – la libertad de expresión constitucional se había ampliado hasta el punto de prohibir la criminalización de cualquier expresión que no incitara la violencia de forma inmediata, un ámbito de protección negativo que busca su par tanto en el mundo del Derecho Común como el del Ius Civile.

La Constitución seguía siendo la misma, pero el ámbito de su protección creció de un golpe una vez cambiadas las relaciones del poder.

En el caso chileno la relación que existe entre el poder real y los principios jurídicos se hace aun más clara. Si hace rato se hablaba de derogar o modificar la “Ley Antiterrorista”, hoy día se plantea modificar la Constitución. Pero ¿de qué constitución hablan? Si aplicamos los principios jurídicos más básicos del mundo, el documento que todos denominan “Constitución” no lo es para nada. Hace casi un año, en un texto sobre la “Ley Antiterrorista”, escribí:

 

El Estado de Derecho está en todas bocas, sobre todo las de las personas que más atentan contra ello. Para estos últimos, el Estado de Derecho no parece ser más que una fuente de atribuciones y una justificación para la represión. En tales circunstancias no es de sorprenderse que se pierda de la vista un principio jurídico tan básico y obvio que ni siquiera hay que enunciarlo explícitamente: Una ley sólo es ley si se tramita por los cauces establecidos y emana de la autoridad correspondiente.

Y en eso mismo consiste el vicio original de la “Constitución” de 1980. Fue promulgada mediante un plebiscito, eso sí. Pero ese plebiscito ¿quién lo convocó? Lo convocaron el general que encabezó un sublevamiento armado en contra del gobierno legítimamente constituido de Salvador Allende, y la votación se llevó a cabo en condiciones de represión extrema. O sea, si se aceptan los principales más fundamentales del estado de derecho, esa “Constitución” sólo sirve para envolver el bacalao.

Es de entenderse, eso sí, que ese principio fundamental se ignoró de forma permanente durante la dictadura militar. Los jueces, aunque estuvieran dispuestos a cuestionar la validez de los actos legislativos y ejecutivos de esa pandilla de milicos sediciosos, sabían muy bien qué destino los esperaba si presentaran un obstáculo real para el poder militar. Pero hace unos veinte años – según escuchamos a diario – tuvo lugar el famoso “retorno a la democracia”. Pinochet, a quien la CIA le había aclarado que quedaría sin amparo si tratara de prolongar su “mandato” más allá del plebiscito, se retiró de La Moneda.

En ese mismo momento, según la doctrina oficial, se iba restaurando la institucionalidad democrática y el estado de derecho. Y ¿qué le pasó a Pinochet? Según el estado de derecho, el oficial que se sublevare en contra del gobierno constitucional es traidor. El que a tal fin hace secuestrar, torturar y asesinar a miles de personas es reo de homicidio calificado, secuestro y varios otros delitos que le garantizan una vida entera en cana. Pero a Pinochet no le pusieron las esposas, sino que Aylwin le dio la mano.

¿Qué tal la institucionalidad pinochetista, que como ya vimos, no tiene la más pálida legitimación jurídica? A pesar de unas modificaciones y mejoras técnicas, puede decirse – como dijeron los milicos en el septiembre de 1973 –  que “las conquistas económicas y sociales que se han alcanzado [esta vez por los milicos y la clase dirigente] hasta la fecha no sufrirán modificaciones en lo fundamental”. En el aniversario del famoso “retorno a la democracia”, una amiga mía en Santiago comentó que “Dicen que ganó el NO, pero seguimos con la Constitución del SÍ, el sistema binomial del SÍ, el Código del Trabajo del SÍ, y la prohibición del aborto terapéutico del SÍ,” todo ello netamente ilegítimo e inválido si aceptamos el principio fundamental del estado de derecho que se mencionó más arriba.

No es que falten juristas en el Chile de hoy, por eso podemos dar por sentado que hay por lo menos personas que conocen esos principios y que se supone que se empeñan profesionalmente para hacerlos valer. Aquí se trata de toda una institucionalidad que existe al margen del estado de derecho por ilegal en la forma y el fondo. Y ni caso se hace. Se habla de modificar la Constitución, derogar o modificar la Ley Antiterrorista, llevar a cabo modificaciones tecnocráticas al edificio pinochetista, pero del que se trata de una institucionalidad insubsanablemente nula y por ende jurídicamente inexistente – ni una palabra.

Tampoco es que estemos hablando de una idea radical. Se trata de una idea más conservadora que la crestita: que el estado tiene el monopolio de la violencia y la coacción, y que las funciones públicas no se deben usurpar. El que esta idea no se respete, ni se mencione, nos dice todo lo que hay que saber acerca de la relación entre el derecho formal y el poder real. Si los poderosos existen y actúan al margen de toda legalidad, mientras no haya fuerza en la sociedad que contrarreste semejante proceder, será la legalidad la que tiene que ceder ante ellos.

De todos estos casos típicos de las relaciones entre la legalidad formal y el poder real se pueden sacar lecciones bien útiles para el actual movimiento estudiantil chileno. Está claro que la legalidad no importa. Lo que está en la constitución lo podrán ignorar los poderosos cuando se les dé la gana. Si quieren imponer cambios institucionales para hacer valer el derecho human fundamental a la educación para todos, no podrán darse satisfechos si al final sale una modificación constitucional – o incluso una nueva constitución – con disposiciones que parecen satisfacer sus reivindicaciones, porque las palabras que estuvieren en el Papelito Magno no cambia el fondo del asunto. Eso sólo lo podrá cambiar una población movilizada y resuelta, dispuesta a hacer valer en la realidad lo que en el papel está escrito, y a imponer – con los cacerolazos, los paros generales, las tomas y cualquiera medida que fuere necesaria – una fiscalización popular directa y permanente, que no se deje acallar por medias concesiones y que se base en el entendimiento básico de que su fuerza no se encuentra en las elecciones ni en los plebiscitos, sino en su capacidad de paralizar la vida económica y política del país en caso de cualquier atropello.